El bautismo del Señor Jesús cierra el periodo de la navidad, es el grito potente, magnífico del Padre que presenta a su Hijo Jesús. Este grito queda como un eco en los creyentes: Este es mi hijo amado, el predilecto.
Estas fiestas que estamos celebrando tienen un propósito reconocer que Jesús es el Hijo de Dios, que nació en Belén, que él es la luz que irradia el mundo, él llena el mundo de alegría, gozo él es el distribuidor de la gracia de Dios.
Igual que Jesús quiso hacer parte de la familia humana, unámonos con la Sagrada Familia de Jesús, María y José, para agradecer y alabar a Dios, que nos hizo parte de su familia divina.
San Juan Pablo II al contemplar el misterio de la Encarnación de Jesús afirmaba “El nacimiento de Jesús en Belén no es un hecho que se pueda relegar al pasado.
La Navidad y asimismo la Pascua, evidencian nuestro paso con Cristo de la muerte a la vida. Por lo tanto, podemos afirmar que el objetivo de la Navidad es el misterio de la Redención, que tiene en la Pascua su momento culminante.
La familia es uno de los regalos más preciosos que nos ha dado el Señor Jesús. Quizás no tengamos los padres perfectos, pero son esos seres queridos que Dios no ha dado.